29/04/2014

Nuestro último día en Xi’an sería tranquilo, porque por la noche teníamos el tren hacia Pingyao, así que nos lo tomamos con calma.

Nos preparamos y liberamos al habitación. Después salimos a desayunar hacia la Avenida de la Bell Tower. Habíamos visto una Bakery Francesa, pero no tenían croissants buenos, así que nos conformamos con otros bollitos y seguimos paseando. Estuvimos cotilleando las tiendas, hay de todo, pero los precios en general nos parecieron caros. Por ejemplo, una camiseta estampada en una tienda de la cadena Vero Moda, costaba 149 Yuan!  También hay centros comerciales con varios pisos y distintas mercancías. Vimos en uno unas teteras muy guapas, aunque caras 🙁

Así que decidimos ir hacia el Barrio Musulmán. De día y de noche tiene siempre un buen ambiente. Hay muchos chiringuitos y locales.

En uno un señor preparaba la pasta fresca de soba con un instrumento muy curioso (estudiando después hemos leído que proviene de la cocina japonesa y que son fideos finos de trigo sarraceno, y que no hay que confundir con los fideos gruesos que se llaman “Udon“), era como una pinza gigante, donde metía la masa compacta y escachándola salían los spaguettis sueltitos y claramente decidimos probarlos! Hay otros que son con forma de cintas que también probamos. Estaban buenos pero picaban un montón! Venían con carne, que parecía de Kebab.

El local era grande y estaba lleno de gente.

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Después callejeamos por el mercado y compramos algunos camisetas. Y de repente, sin pensarlo, llegamos hasta la mezquita. La entrada cuesta 25 yuanes. Resultó un lugar fresco y tranquilo dentro de esta ruidosa ciudad. Es muy antigua, del 742 y está frecuentada por la minoría hui. El edificio es especial, porque su arquitectura es china, pero está lleno de detalles y grabados en árabe. Tiene dos largos pasillos, con pequeñas salas a los lados y jardines y al final, tras un patio abierto, se llega a la sala de la oración, con un pórtico enorme y completamente de madera. Fuera vimos dos piedras con unas escrituras grabadas y sostenidas por dos tortugas.

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Salimos poco a poco del barrio y volvimos al hotel. Teníamos sed pero encontrar agua fresquita fue complicado. Entramos en un súper que está en un lateral del pasadizo debajo de la Bell Tower. Aprovechamos para comprar también la cena que nos llevaríamos en el tren.

En el hotel le preguntamos al chico cómo era más fácil llegar a la estación desde donde salía nuestro tren (porque hay varias estaciones). Nos dijo que el metro era incómodo y dejaba más lejos, que lo mejor era coger la guagua 603 que terminaba justo en la estación y costaba 1 Yuan, así que eso hicimos. Había que cruzar la gran avenida y esperarla del otro lado. Pasaron varias pero enseguida llegó la nuestra. Metes el yuan en una cajita y coges el ticket, es “self-service”. ¡Qué tráfico! Digamos que situaciones como que el camión de la basura pasa a esa hora y en sentido contrario, no ayudaban!

La guagua iba llenita a pesar de ser de dos pisos. Conseguí sentarme y así estorbamos menos. Llegamos muy bien a la estación.

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Para entrar a la estación hay que pasar dos controles de seguridad y después hay que subir unas largas escaleras mecánicas. A mano derecha, hay una sala que pone “Soft chaises” y al otro lado “Tea Lounge“. Fuimos a la de los sillones “soft” que era una especie de sala vip y para entrar tienes que enseñar el billete. Está decorada con muchos colores y habían familias que esperaban el tren.

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En teoría el acceso es directo y un poquito antes que el resto de los pasajeros. Por fuera, de estas salas, había muchísima gente, también varias tienditas con papas fritas, sopas en bote,… Daniele encontró una mini “cantimplora” de cristal para el té, que está muy bien.

Son las 20h así que vamos a estar atentos y ver por dónde tenemos que pasar. Nuestro andén es el 3.

30/04/2014

El tren en el que viajamos era más viejo que el primero y como compañeras tuvimos a dos chicas que hablaron un rato al teléfono y después se durmieron, así que fue más aburrido. Nosotros también cenamos y nos pusimos a descansar. Digamos que el viaje fue bastante movido y el tren hizo varias paradas, así que ya sobre las 2 estaba despierta!!

Llegábamos a las 6 y unos 20 minutillos antes la controladora pasó pidiéndonos las tarjetas que nos había dado y nos devolvió los billetes.  Y por fin llegamos!!!

El señor del hotel, el Pingyao Guang Xian Yuan Hotel nos estaba esperando. Al llegar creo que despertamos a la familia y a un perro, una bola de pelo chiquita, al que habían puesto un cascabel y que no paraba. La hija chapurreaba inglés y nos dijo que la habitación no estaba lista pero que podíamos descansar en otra que estaba libre, y la verdad que se lo agradecimos.  La cama era estilo Kang, con una base de madera y un colchón finísimo, pero aún así caímos rendidos.

Sobre las 9 nos despertamos y la chica nos vino a buscar para decirnos que la habitación estaba lista. Fue cuando nos dimos realmente cuenta de donde estábamos. Era una casa tradicional, con un patio interior con algunas mesitas de piedra. Todas las puertas y balcones de madera y se oían los pajaritos!!!

Nuestra habitación también tenía la cama estilo Kang y algunos muebles de madera.

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Después de ducharnos para espabilarnos dimos una vuelta por Pingyao. Es un pueblo pequeño, muy limpio y con gente menos estresada y que toca menos la pita que en Xi’an. Es muy turística y la mayoría de las casas típicas se han convertido en restaurantes y hoteles. En estas fechas se nota la afluencia de turistas chinos. Al entrar en la zona peatonal, hay que sacar una entrada, que es válida, como descubriríamos al día siguiente, sólo por 1 día y que cuesta 120 Yuan (billete entero) o 60 Yuan (billete reducido) para estudiantes. Sirve para subir a la muralla o entrar en cualquier casa-museo o templo, como por ejemplo el de Confucio.

pingyao

Después subimos a la muralla y empezamos a pasear por ella. Es curioso ver los tejados de la ciudad desde lo alto, negros y con puntas en forma de dragón.

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También los patios traseros de las casas, donde tendían la ropa.
Para comer, tras haber probado uno de los restaurantes del centro, no lejos del Harmony Guesthouse y no quedar satisfechos, nos topamos en la No.43 West Street, Pingyao con este pequeño restaurante muy recomendado por las guías, y que efectivamente nos pareció que lo merecía. Todo estaba muy rico y la señora era muy tranquila. Allí repetiríamos por la noche y al día siguiente.

Por la noche la ciudad se ilumina y es muy pintoresca, sobre todo por los farolillos rojos y las puertas de la ciudad. Hacía muy buena noche y había buen ambiente

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