Excursión a la Reserva Faunística Cabo Vírgenes

Hoy saldremos tempranito de Río Gallegos para ir a conocer la zona de Cabo Vírgenes. Nuestra guía Carolina, nos esperaba junto al chófer Enrique para empezar nuestra excursión. (La única agencia que organizaba esta excursión era la Maca- Tobiano, en la Avenida Av. San Martín 1093, con un coste de 90 pesos por persona, a parte de los 7 pesos que costaba la entrada a la Reserva). Son aproximadamente unos 130 km hacia el sur para llegar al faro, por una carretera en su mayor parte de tierra.

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Pronto se empiezan a ver los primeros animales, sobre todo ovejas, también unos animales parecidos a pequeños avestruces y parejas de caiquenes (la hembra es más alta y parece una gaviota, con el cuello largo y las alas oscuras, mientras que el macho es más pequeñito con un plumaje marrón). Carolina nos contaba que estas aves siempre permanecen juntas, al igual que hacen los pingüinos, como nos contaría más tarde. Dice que los pingüinos siempre conservan la misma pareja y vuelven al mismo nido donde ponen los huevos. Los pequeños pingüinos se quedarán en el nido hasta febrero, más o menos, que es cuando empiezan a lanzarse al agua y aprenden a buscar comida, pero mientras tanto siempre permanecerá el papá o la mamá, a turnos, en el nido. Mientras uno espera, el otro va a la playa y come unas 6 horas, hasta que se sacia, y luego dará a las crías una especie de aceitillo que es lo que ha digerido.

Pasamos por dos estancias grandes. Una se llamaba Cóndor, que fue pasando por manos inglesas, luego argentinas y el último propietario ha sido Benetton. Han creado un verdadero pueblo, con su iglesia, su escuela estatal a la cual provee de profesores el estado y que es la última del continente, la más austral. La estancia está en un valle, así que queda protegida d elos vientos. Tienen muchas casas para los empleados, los administradores, etc. La segunda estancia por la que pasamos se llamaba Monte  Dinero, que está sólo dedicada al campo, no tenía escuela. La gente de esta estancia se encarga también de la confitería “Al fin y al Cabo” del Faro Vírgenes.

También cruzamos varias plantas de gas y de petróleo de las que salen unos tubos negros larguísimos, unos se dirigen al puerto y otros son para abastecer a Río Gallegos y al resto de la provincia. También a lo lejos se veían varias plataformas impresionantes de petróleo. Y ¡llegamos al faro!

Nos tomamos un cafecito en la cafetería del Faro que nos sentó estupendamente.  Además acababan de sacar del horno unas pastas recién hechas que estaban buenísimas. Desde la cafetería se tenía una vista preciosa de la playa, también de la Punta Dungeness y del estrecho de Magallanes al fondo. Se veía también el faro de Loyola, que representa la frontera con Chile. Hacía mucho viento.

En el Faro conocimos a Tobías, un chico que colaboraba con la Universidad y que se encargaba del mantenimiento del faro, junto a dos chicos que pertenecen a la Armada, a la Marina. También realizan registros de datos metereológicos y brindan seguridad náutica a la navegación. Tobías era un personaje curioso y nos contó muchas anécdotas de su día a día en el Faro. Estaba contento porque el Fin de año lo pasaría lejísimos, en Río Gallegos!

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Pudimos subir los 101 escalones de la escalera de caracol que nos llevaría a lo más alto del Faro, cómo se notaba el viento. La vista era magnífica. Ahora es todo automático, no suben a encenderlo manualmente. Lo suelen encender a las 20h y apagarlo a las 6 de la mañana “si se levantan, si no un poquito más tarde”. Decía que hoy el aire soplaba a 100Km/h.

Junto al ingreso al faro hay un mojón que indica el km 0 de la famosa Ruta 40.

Después visitamos el pequeño museo a los pies del Faro. Tenían muchos mapas y restos que hablaban de la historia de Cabo Vírgenes y del estrecho de Magallanes, de los famosos exploradores (desde Magallanes en 1520 hasta Gamboa en 1584), buscadores de oro que pasaron por allí, así como restos de comunidades indígenas del pasado.  En la actualidad no se acercan muchos barcos, porque la costa no es lo suficientemente profunda, se quedan por detrás de las plataformas. El nombre del Faro fue tomado del homónimo cabo, que fue descubierto por Hernado de Magallanes el 21 de octubre de 1520, día que coincidía con la festividad de las Once Mil Vírgenes, de ahí su nombre, que se fue transformando con el tiempo hasta el actual Cabo Vírgenes.

Carolina también nos contó una curiosa historia sobre el nombre de El Calafate. Dice que una hechicera aborigen en invierno se tuvo que separar de sus hijos, que se marcharon a buscar comida. A ella la dejaron con las aves y con provisiones suficientes hasta su vuelta, en una cabaña hecha con cuero de guanaco. Pero al poco tiempo las aves también tuvieron que huir porque no tenían comida. Le dijeron a la hechicera que volverían pronto. Así que la viejita pensó, ¿cómo puedo hacer para que no se vayan las personas y animales que quiero? Cuando regresaron los hijos no encontraron a la madre, sino un arbusto espinoso con grandes flores amarillas muy llamativas, que dio unos frutos pequeñitos de color violeta intenso y muy dulces, que sería el calafate (fruto). Y desde entonces dicen que quien prueba este fruto (sobre todo en enero, la época de su maduración) regresa a la Patagonia seguro.

Luego la guagua  nos llevó por un caminito de unos 2 km hasta la caseta de los guardias de la Reserva. Nos enseñaron una maqueta del Parque y de sus senderos, también unos posters con la fauna y flora de la zona. Pagamos 7 pesos cada uno y otros pocos para colaborar con el centro.

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El viento continuaba, así que al principio fuimos rápido, pero enseguida empezamos a cruzarnos con los pingüinos. Son muy graciosos, se esconden debajo de los arbustos para protegerse de gaviotas, cormoranes y otras aves que son sus depredadores. Casi en cada arbusto vimos un nido, con un pingüino grande y varias crías, con su plumaje todavía de un color más gris y peludillo.

pingüinos

Lo tienen que cambiar por otro más impermeable que les permita entrar en el agua. La guía nos contó que son tan torpes en tierra porque en realidad son aves acuáticas, pasan casi 6 meses en el agua sin necesidad de salir.

pingüinera

Llegan a tierra más o menos en septiembre cuando empieza la época del apareamiento, tienen a las crías y cambian el pelaje. Luego vuelven al agua y van en busca de aguas más cálidas. Dice que la edad media de los pingüinos es de 10 a 12 años, pero que mantienen el mismo aspecto siempre. Nos acercamos a la playa pero no se podía bajar. Vimos toda la explanada llena de pingüinos (la colonia cuenta con más de 90000 parejas de pingüinos de Magallanes que habitan en sus costas). De un lado se veía el Faro de Cabo Vírgenes y del otro el Faro chileno de Loyola, los faros del fin del mundo.

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El camino de vuelta como siempre se nos hizo más corto. No paramos de hablar y Carolina  preparó mate. Y llegamos a la Avenida San Martín, a la entrada de Río Gallegos. La ciudad estaba cortada porque por la noche se celebraba la elección de la Reina de las fiestas. Luego iremos un rato.

Después de cenar dimos un paseo para ver el ambientillo. Tienen montados muchos chiringuitos y escenarios con grupos de música y bailarines de tango. Hace mucho frío pero hay bastante gente. No nos quedamos a la elección así que no sabemos quién ganó!