Nos despertamos tempranito, a las 5.30, porque en principio, a las 6 o 6.30 sale la guagua hacia Rissani. Ayer hizo mucho aire y la arena se acumuló en la puerta del albergue, que estaba llenito de gente. En Marruecos se negocia todo, así que hay que prestar atención al pagar, sobre todo si se hace antes de ir al oasis, porque después los chicos no se acuerdan.

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Al final la guagüita pasó hacia las 7, y salimos enseguida. Nos decían “yala, yala, amigo“. Nos despedimos y salimos rumbo a Rissani. Hay unos 5 km de camino desterrado. Pensamos que ocupábamos mucho en la guagua porque éramos 4, y no sabíamos cuantas guaguas pasarían al día, pero al ver que al pasar por otro hotel no había nadie, nos quedamos más tranquilos. Y llegamos a la carretera asfaltada. La calima continúa y hace que el paisaje sea muy extraño, no parece de verdad. Cruzamos a mucha gente que iba en bici, niños que se dirigían a la escuela y a señores que cargaban hierbas y palos.

Llegamos a la plaza de Rissani y nos bajamos. Nos llegó el olorcito a pan. Un chico pasaba con un carro cargado de pan recién hecho!! Lo estaba repartiendo por las tiendas y le pedimos uno. Se puso contento y nos dio uno grande y muy bueno…hummm!

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Todavía no sabíamos si dirigirnos hacia la costa: Essaouira o hacia Ouarzazate, para visitar la Kasbah. Todo dependería de la guagua!

Así que fuimos hacia la estación, cruzando otra zona de mercado. Era temprano, pero ya había movimiento. Me llamaron la atención unos niños que llevaban en un carrito 4 o 5 ovejas por la ciudad. Después fuimos por una avenida laaarga al final de la cual estaba la puerta de la ciudad.

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Pues la estación estaba justo detrás.

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Había que tener cuidado con los coches, porque algunos conductores también usan la parte de los peatones!!

Aquí nos despedimos de nuestro “guía especial” que volvía a Erfoud.

Al final, resultó que ninguno de los horarios de las guaguas nos convenía, ya que salían por la tarde y no queríamos pasar allí un día completo. Así que la solución fui ir hasta Raschidiyya y desde allí continuar. Ya teníamos claro que preferíamos visitar Ouarzazate! Así continuamos con nuestro viaje dominado por la arena y pueblos con casas de arcilla…

Terminamos montados en un “gran taxi“. Íbamos Daniele y yo delante, al lado del conductor, y detrás 3 chicos y 1 chica, bien apretujados…y así durante 2 horas!! Qué sensación!

El viaje estuvo siempre amenizado por música de todo tipo. Atravesamos campos, llanuras, con algo de verde y muchas palmeras y sobre todo niños, muchos niños. Iba emocionada leyendo todos los carteles que pasábamos, aunque más bien eran mojones muy blanquitos, donde estaba señalado el Km y la distancia al pueblo más importante. Nadie hablaba en el taxi. La carretera era  muy llana y el taxista no superó los 90 Km/h…así que nos dejamos llevar!!

Llegamos a Rashidiyya y el tiempo de coger la mochila y estirar las piernas, el taxista y nuestros compañeros de viaje ya habían desaparecido. Nos acercamos a una de las cafeterías de la plaza para preguntar por la Gare. Se lo preguntamos a una jovencita muy tímida que llamó a un chico que estaba allí, y éste a su vez nos dijo que habláramos con un señor que estaba fuera. No estábamos muy lejos, teníamos que seguir por una calle y después girar a la derecha a la segunda calle. El de la Gare nos dijo que el CTM (una guagua “chulita” para turistas de la compañía Eurolines) salía a las 6 de la tarde, pero claro, no nos interesaba, queríamos la otra y si salía rápido, mejor. Y así era, a las 11 salía una hacia Ouarzazate.

Son unos 350 Km de distancia, pero tardamos unas 6 horas. Fue un viaje curioso: gente que pide dinero antes de salir, otro que vendía cuadraditos con el perfume del profeta que trae suerte (con una moneda nos dio dos), unos niños muy pequeños que venden chocolate. En la guagua también viajaban unos niños muy graciosos con unos ojos negros y grandes preciosos. Y gente de todo tipo.Había una chica detrás de nosotros a la que le gustaba hablar con los extranjeros, según nos dijo. Hablaba con dos señoras francesas sobre la religión y sobre la mujer en una discusión entretenida. Me regaló un collar con una concha, para que me acordase del viaje! Se bajó en un pueblo donde  había un cruce de caminos. Decía que vivía en el campo y que si queríamos podíamos ir. Lo malo es el tiempo y las guaguas disponibles, así que será para la próxima vez!

La guagua hizo otra pausa y aproveché para buscar un baño y comprar algo (un refresco y unas galletas, 9’5 DH). Estaban cargando la guagua con unos colchones!

En esta parada aprovechamos para charlar con las señoras francesas. Les preguntamos que si iban a Ouarzazate y que si conocían algún hotel que estuviese bien. No nos aconsejaron quedarnos en la ciudad, sino ir a un pueblo que está a unos 25km, donde se encuentra la Kasbah. Si queríamos podíamos ir con ellas en el taxi.Dice que allí si que conocían lugares guapos para quedarnos. Una de las señoras nos contó que se había casado con un marroquí, pero que aunque ahora estaba separada, seguía visitando a la familia y que era una enamorada de Marruecos. Dijo que había viajado unas 14 veces por el país y que conocía a mucha gente. Así que pensamos que sería una buena idea dejarnos aconsejar por ella.

Al llegar cogimos los trastos y fuimos a buscar un “gran-taxi” para ir hasta el pueblo que decía, Ait ben Haddou. Como siempre habían muchos coches que se proponían, así que fuimos con uno que parecía simpático y que nos llevaba por 50 DH cada uno. El paisaje es magnífico, con un contraste de colores increíble. Antes de llegar al pueblo, las señoras quisieron pasar por el taller de un amigo, Mohamed el Yudd, que trabajaba unas piedras blancas y en ellas dibujaba puertas árabes. Preciosas, así que le encargamos una y el sábado al volver la recogeríamos. Ellas también encargaron otras para llevarlas de regalo. Salen 50 DH y son muy curiosas. Además sabremos que la ha hecho especialmente para nosotros!

Llegando al pueblo también se pasa por los estudios de cine de una gran compañía. Y es que Ait ben Haddou ha cobrado valor gracias al cine, ya que ha sido el decorado natural de muchas pelis como Gladiator o Jesús de Nazaret. Y es verdad, al llegar al pueblo parece de mentira. La parte antigua es fantástica. El señor Ibrahim, el dueño de la Maison d’hôtes donde nos quedaríamos, nos contó que su kasbah es una de las más antiguas, del SXI y que ha sido declarada patrimonio de la Unesco. Tiene un “granero fortificado” que pertenecía a grandes señores y que representaba la riqueza del pueblo. Para llegar a esta zona, hay que atravesar un riachuelo, que ahora está seco, pero que según nos cuentan, en invierno puede llegar al metro de altura.

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El señor Ibrahim es un encanto.

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Su hotel tiene unas vistas impresionantes.

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Desde allí vimos el atardecer, mientras nos tomábamos un té.

Quedamos con las señoras francesas el sábado a las 8.30 para llegar pronto a la Gare y continuar hacia Marrakesh. Nosotros tras el té y descansar un poquito le preguntamos por el agua caliente , y nos dijo que aún no estaba instalada. Perooo, nos propuso ir al hammam! Y nosotros encantados, claro! Era un hammam casero, eso sí, Había tres recipientes, uno con agua hirviendo, otro calentito y otro frío. El truco estaba en ir mezclándolos poco a poco. Así se iba acumulando el vapor. Nos quedamos muy limpitos y relajados. Aunque al salir…¡qué frío!

Para cenar, Ibrahim nos preparó una sopa calentita con verduras y sabor a cilantro (yo repetí) y unos tayine con couscous enorme y fruta. Todo buenísimo. Al terminar se quedó hablando con nosotros un rato. Nos enseñó unas guías y fotos donde aparecía. También el álbum de su boda, fotos con amigos…estaba contento. Cuando nos dijo que aún no habia comido, le dijimos que fuera a cenar y nos despedimos hasta el día siguiente.