Hoy llegaremos a Ushuaia, en la Tierra del Fuego,  el fin del mundo, ¡qué emoción!

El viaje desde Río Gallegos es largo, más de 10 horas de bus y atravesando el territorio chileno, con los trámites de aduana que conlleva, pero nos da la posibilidad de ver como cambia el paisaje, de la llanura se pasa a la alta montaña.

El billete del autobús incluye el cruce del Estrecho de Magallanes. El viaje dura unos 15-20 minutos y se realiza en un pequeño carguero. Lo más especial fue ver el horizonte, no se distinguía el mar del cielo. Desde el desembarque quedaban 303 km, según un cartel, ¡vamos!

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El nombre del estrecho se debe a Fernando de Magallanes, explorador portugués al servicio del rey Carlos V que llegó hasta estas tierras, y fue el primero en atravesar este Estrecho que une el océano Atlántico con el océano Pacífico. Dicen que durante las travesías veía las fogatas que los indígenas encendían y de ahí deriva el nombre de Tierra del Fuego.

Cambiamos de bus al llegar a Río Grande. La que tenemos ahora es más vieja. Se han dejado de ver ovejas. Se ven algunas pistas de esquí. Nos llamó la atención el nombre del Paso Garibaldi, utilizado para atravesar los Andes fueguinos, pero descubriríamos más tarde que nada tiene que ver con el héroe italiano, sino que pertenece al capataz que consiguió dar con el lugar adecuado para atravesar la cordillera y así poder iniciar las obras de viabilidad.

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Llegamos a Ushuaia casi a las 22.00. Se ve el puerto al fondo, ¡qué bonito! Es un pequeño pueblo con casitas de colores que descubriríamos al días siguiente. Nada más llegar dimos un salto a un super para comprar algo par cenar y nos dirgimos al albergue. Se llama Antárctica Hostel y está en la calle Antártida. Nos gustó mucho porque tenía la cocina y espacios en común muy agradables. Las habitaciones están en el piso de arriba y son amplias. Lo malo es que el baño quedaba abajo. El desayuno estaba incluido. Tienen habitaciones de 6 camas, triples y dobles.

Al día siguiente fue cuando pudimos darnos cuenta de dónde estábamos, apreciar las vistas, el color de las casas, las altas montañas, lo impresionante del mar y lo llamativo de los enormes cargueros y rompehielos que estaban en el puerto.

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Decidimos acercarnos al antiguo Presidio y Museo Marítimo, que estaba cerquita del albergue. Cuentan un poco la historia y tradiciones de los aborígenes de la zona. Hay muestra de embarcaciones, mapas de naufragios y mapas con los distintos asentamientos. Pero lo que más impresiona es conocer cómo era pasar allí una temporada, tanto para los presos, algunos importantes como Gardel, como para los guardias. La entrada para estudiantes era más barata y nos hizo la reducción.

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Aprovechamos la tarde para pasear, escribir unas postales, comernos un helado y preparar la continuación de nuestro viaje. A parte de que era domingo, jugaba el Boca con los Pumas de México, la final de la Copa América, por lo que nos dijeron, y por eso estaba tan tranquila la ciudad.

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