Día en el Lago Inle!

Queríamos un día tranquilito, así que nos hemos levantado con calma y hemos ido a desayunar (una especie de crêpe, unas tostadas y una tortilla). Después terminamos de cerrar las mochilas y las dejamos en la recepción hasta las 16, hora del pick up.

Para dar un paseo por el Lago hay dos opciones sobre todo: bici o barca. Por el poco tiempo que teníamos y por el cansancio de los otros días, elegimos la “barca”. Nuestro hotel, el Gypsy Inn estaba justo delante del canal, así que nada más salir los dueños de las barcas nos iban diciendo los precios y después toca negociar.  El 1º empezó pidiendo 20000, el 2º con 25000 y el 3º nos pidió 18000 pero lo rebajamos a 15000 (unos 12€). Serían las 9.30 pasadas y le avisamos que queríamos volver sobre las 14.  Estaba de acuerdo, así que en marcha!!

vamos

Recorreríamos la parte más ancha del lago, porque para adentrarse por los distintos brazos nos dijo que se necesitaba más tiempo. Salimos con bermudas y camisetas y hacía fresquito (entendimos por qué algunas barcas llevaban mantas!), menos mal que trás una horita salió en sol!.

La primera emoción fue ver las huertas flotantes, muy ordenadas y frondosas, las plantas estaban muy altas. Se crean apuntalando en el fondo del lago unos palos hasta formar una área rectangular. A continuación, la zona delimitada se llena de barro  y sedimentos del lago y hasta superar el nivel del lago.

huertas

Después nos llevó a un pueblo que parecía de mentira, con casas altas de madera y paja, en pie sobre altos pilones sobre el agua. Pensamos a la época de las crecidas del Lago, donde el agua aumenta de más de 150 cm. Se veían las redes cilíndricas que usan,  las barcas amarradas delante de las casas y gente que se lavaba o hacía la colada y lo más impresionante era “el silencio”! Alguna carilla asomada a la ventana nos sonreía al pasar 🙂

casas-del-lago

flores

marujeando-en-casa

También fuimos a un mercado local muy grande y animado donde nos comimos una especie de bollitos que parecían churros o “cuguriadgru” como dicen los calabreses!!

hummmm

Estaba ordenado por mercancías: carne, fruta, flores, pescados aún vivos (había de todo, algunos largos como anguilas y otros pequeñitos como sardinas que unas mujeres vestidas de negro, con un pañuelo naranja en la cabeza estaban comprando). También era curiosa la zona de carga y descarga cerca del embarcadero. Grandes carros tirados por bueyes blancos ayudaban en la labor.

pescadito

Tuvimos, como era un poco de esperar, dos visitas turísticas, una a una casa donde trabajaban la seda y el hilo de “loto” (Cogían un tronquito que cortaban a la mitad y salía un hilo fino que enrollaba en una bobina rápidamente. La verdad que fue curioso ver cómo lo hacían) Los precios variaban de 5$ a 100$ y más, dependiendo de la calidad del trabajo, lógicamente. La segunda visita fue a un taller de orfebrería donde trabajaban la plata y piedras preciosas. Vimos los collares típicos birmanos, que están hechos con muchos círculos unidos entre sí y también otros muy labrados, pero los precios eran caros. Las visitas fueron muy rápidas. Él chico nos preguntó si queríamos ir a una fábrica de tabaco , pero le dijimos que no, que saltara la visita y así continuamos.

labores

Nos llevó a ver el monasterio Nga Phe Kyaung , monasterio de los “gatos saltarines”, un hermoso edificio del siglo XVIII que reposa sobre 650 pilones de madera de teca. En el interior, se conservan muchas estatuas valiosas de Buda doradas y de madera, y en el centro una gran sala rectangular con ventanas a los lados. El templo está lleno de gatos, pero como era la hora de la pausa, no saltaban, estaban roncando! Parece ser que estos gatos obedecen al monje cuando los mira y ellos saltan. Hay distintas historias sobre por qué saltan, de dónde vienen…. En Birmania los gatos son sagrados. Una historia cuenta que antes de la llegada de Buda existiese un templo dedicado a Tsun-Kian-Kse, diosa protectora de la reencarnación de las almas, custodiada por monjes que cuidaban a cien gatos blancos con las patas del color de la tierra, porque creían que después de la muerte se iban a reencarnar en los gatos sagrados.

También pasamos por un gran templo que tiene un recinto con unas piedras sagradas recubiertas de papel de oro que sólo pueden tocar los hombres, todos se sacan fotos mientras las recubren. Las mujeres rezan de rodillas alrededor. Dentro de la zona de culto, unos guardias te piden unos Kyat para sacar fotos, pero si le dices que no vas a sacar no pasa nada. Desde fuera  de este recinto si que las puedes hacer. Fuera hay una gran esplanada con chiringuitos con cosas para comer y vendedores ambulantes de flores. Pasado un puente se llega a un embarcadero cerrado con una reja donde está guardada una gran barca con forma de pájaro- dragón que no es la primera que vemos. En el pueblo también tenían una y en muchas ilustraciones aparece. Habrá que estudiar el significado!

oro

pájaro

La única visita que nos desilusionó fue ver a las mujeres de cuello alto. Muy ingenuamente pensamos que estarían en un poblado, y no, las encontramos a la entrada de una boutique para turistas. Que sensación fea verlas allí posando. Cuando estábamos alli llegó incluso un grupo de japoneses con uno que parecía una “star” de la tele, con todo su equipo y las cámaras que le seguían.

A pesar de esta visita, conocer el Lago nos ha encantado. Te transmite una buena sensación, con el fresquito en la cara, y sobre todo es muy tranquilio. Por el camino de vuelta pudimos ver a los pescadores equilibristas del Lago. Parece imposible que se puedan mantener con una pierna y que con la otra remen! Así tienen las dos manos libres para poder lanzar las redes. Algunos de vez en cuando baten también fuerte el remo contra el agua, para asustar a los peces, tal vez. También hemos visto a familias locales que se desplazan en su día a día. Ha sido una bonita excursión…pero tenemos que volver, son casi las 15h!!!

guapos!

Ufff! justo a tiempo para coger las mochilas, cambiarnos los pantalones y saludar a los señores del hotel, porque el pick up, un furgón blanco con dos bancos en la parte trasera, ya estaba esperando.

Teníamos que llegar a un pueblo que se pronunciaba algo así como “chewing  gum”. Llegamos bien, a tiempo para coger la guagua de las 17h que salía rumbo a Yangon. el lugar donde estaban las guaguas era un descampado con algunos chiringuitos y muchos niños. A uno le dimos una chocolatina y la compartió con su amigo. Después nos estuvo sonriendo todo el tiempo hasta que nos marchamos.

Los 600 kilómetros que separan Nyaungshwe a la antigua capital Yangon es un camino de mil paisajes y coloreado por diferentes grupos étnicos. Se pasa a través de pequeñas aldeas a menudo caminos no pavimentados. Sólo el Myan Ah Lan, la carretera que conecta el Mandalay a Yangon está compuesto de adoquines de hormigón armado. El autobús es “una nevera con Karaoke“, pero fuimos preparados, con toda nuestra ropa de abrigo. Tuvimos suerte porqe el conductor enchufó la tele sólo un par de horitas, después la apagó!

Pasar por la carretera de montaña de noche, rumbo a Kalaw, nos daba apuro, porque efectivamente a las 18 se hizo de noche. Yo cerré los ojos 😉 pero Daniele si que iba mirando, despierto. Dice que de vez en cuando se veían luces al fondo de barrancos y nosotros por el bordillo…aaah! Llegamos a Kalaw sin problemas y se paró un ratito. Hizo otra segunda parada en medio de la nada y unas señoras vendían sus mercancías…quién sabe por qué no mantas? Sería un éxito! Habían muchos perros también. Nos comimos nuestra “rica” cena de picoteo e intentamos dormir.

Y al final…Buenos días!! son las 5.45 y estamos llegando a Yangon,  calles repletas de vida. Aparcamos en las cocheras de la estación, que era enorme y bulliciosa.  Nada más bajar te piden los taxistas, “ven, ven”. Con Nicole y Luciano cogimos uno hacia el aeropuerto por 8000 Kyat!