En el departamento de Morhiban, en Bretaña, se encuentra la Presqu’île de Quiberon, larga 14 km y unida al continente por un estrecho puente, es un lugar estupendo y  relajado para desconectar de todo.

Está a 5.30 horas de París en coche y un poquito menos si vas en tren, que para en Auray y cuesta de 75 a 81€

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La península tiene dos paisajes diferentes, el situado al este, con playitas de arena, mientras que al oeste, la parte abierta al Océano Atlántico, es  conocida como “Côte Sauvage” y es más rocosa.

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Quiberón es un reconocido centro de talasoterapia, tratamientos disponibles en la mayoría de los hoteles de la zona como el Ibis o el Sofitel, donde nos quedamos a dormir.

En el Sofitel, la piscina de agua caliente es externa, y está situada frente al mar… no queríamos salir más de allí!!

Muy cerquita de Quiberón se encuentra Carnac, que cuenta con el monumento prehistórico más extenso del mundo.

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Los alineamientos de Carnac son un conjunto de monumentos megalíticos que a pesar de los turistas, aún resisten al tiempo. Lo primero que te pasa por la cabeza es ¿a qué servían? ¿por qué los colocaban así? A parte del uso funerario que es el que la mayoría de los estudiosos admite, no se ponen de acuerdo en explicar la presencia de todos los monumentos, no solo los menhires. Lo que es seguro es que transmite una sensación y una fuerza especial y por un momento nos transportan a épocas prehistóricas.

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¡Y ahora toca comer!

Tienes la opción de degustar pescados y mariscos frescos, o sino, una “galette bretonne à la farine de sarrasin“, rellena de lo que te apetezca, aunque la especialidad es con erizo de mar, llamado “oursin”  presentadas con forma cuadrada, abiertas en el centro. ¡Hummm! Si lo acompañas con un vasito de sidra, ¡mejor!

Al marcharnos nos compramos una tarta “Kouign amann” que significa “tarta de mantequilla”, así que es una bomba, pero ¡¡está buenísima!!