Nara es la ciudad de los ciervos, pero tiene mucho más que ofrecer.

Nara es una pequeña ciudad de estilo tradicional que se recorre muy bien a pie. Al estar tan cerca de Kyoto y de Osaka, es una meta habitual en muchos viajes a Japón.

¿Cómo llegamos?

Nuestro viaje a Nara empezó una mañana de lluvia. Llegamos a su estación provenientes de Kyoto.  El viaje en tren no fue largo, duró 45 minutos y el billete costó unos 5€ por persona.

En mano, nuestros típicos paraguas japoneses, transparentes, que nos dejaron en el hotel de Kyoto.

Llegados a Nara seguía lloviendo, pero, ningún problema, las calles cercanas a la estación son galerías cubiertas. Hay muchas tiendas, restaurantes y pastelerías que nos permitieron llegar al hotel sin mojarnos.

¿Dónde dorminos?

Nara es una pequeña ciudad de estilo tradicional que se recorre muy bien a pie. Al estar tan cerca de Kyoto y de Osaka, es una meta habitual en muchos recorridos por Japón. Se le suele dedicar al menos medio día para conocerla, pero nosotros decidimos tomárnoslo con calma y quedarnos a dormir allí.

El hotel donde alojamos fue el Iroha Grand Hotel Kintetsu Nara Ekimae. Su ubicación nos resultó estratégica, muy cerca de la estación. Sus habitaciones son modernas y amplias. En la recepción dejan a disposición de los clientes todo lo que puede haber en un kit de bienvenida: muestras de cremas, mascarillas, cepillos de dientes… Nuestra habitación incluía el desayuno, pero sinceramente, siendo tradicional, no lo volveríamos a elegir.

Ahora sí que estábamos preparados para recorrer Nara, además, ya no llovía.

 

¿Qué visitamos?

Nos dirigimos hacia el inmenso Parque de Nara, conocido por ser el hogar de más de 1200 ciervos que viven en él en total libertad. Te los cruzas nada más llegar al parque.

Es una experiencia estupenda el poder observarlos de cerca y darles de comer unas galletas que se venden en unos puestitos en el parque. Son animales curiosos y se acercan para olerte y descubrir dónde tienes la comida. Hay carteles por el parque que te recuerdan que son animales salvajes, así que advierten que pueden dar mordiscos o empujones. Nosotros no tuvimos problemas y pasamos un buen rato.

Los ciervos de Nara son considerados animales sagrados, mensajeros de los dioses, según la religión sintoísta.

El parque alberga además los principales templos y santuarios de la ciudad. Para entrar no hay que pagar entrada, solamente si te interesa visitar alguno de los edificios alrededor del templo.

El primer templo que nos encontramos fue el Templo Kofukuji, con su pagoda de 5 pisos. Esta pagoda es la segunda pagoda de madera más alta de Japón.

Llegamos al Templo Todaiji. en cuyo interior está la Sala del Gran Buda. Es un edificio de madera, reconstruido varias veces a causa de los incendios. A pesar de ello, sigue siendo el edificio de madera más grande del mundo.

El Gran Buda de Nara también es una escultura de récord, ya que con sus más de 15 metros de altura es una de las más grandes de Japón.

Por último, fuimos a ver el santuario Kasuga -Taisha, conocido por sus farolillos.

El barrio histórico y una casa tradicional Naramachi Koshi-no-ie

Dejando atrás el parque nos dirigimos hacia la ciudad y en una de sus calles, encontramos una casa tradicional. La entrada es gratuita y se puede recorrer tranquilamente. Es fácil imaginar cómo era la distribución de las habitaciones y el uso que se le daba a cada espacio. Las señoras que la cuidan nos regalaron al salir unas figuritas de origami muy simpáticas. Una visita inesperada pero recomendable al 100%

¿Dónde cenamos?

Okonomiyaki Parco Un pequeño local muy agradable. Las mesas tienen unas planchas, que permiten terminar de cocinar los Okonomiyaki y mantenerlos calentitos. Además, podrás ver como se preparan acercándote a la cocina.